domingo, 31 de mayo de 2009

Lectura comentada

Si ayer hubiese sido un día lectivo y existiese todavía la sala de fumadores del colegio, Juan Antonio, con su Diario de Sevilla en la mano, me habría dicho: ¡Alejandro, escucha esto!

"Los alumnos que no superen la ESO por delante tendrán que devolver el importe de las becas por detrás.
Casi un tercio de los estudiantes españoles dejan las aulas tras la ESO por delante sin concluir su formación por detrás"

No deben de interpretar que los editores del citado periódico se hubieran vuelto locos, nada que ver. A mi amigo le gustaba, cuando la noticia era propicia, hacer una lectura comentada en voz alta intercalando las expresiones "por delante" y "por detrás" en la mitad y final de cada frase. Comenzaba por el titular, proseguía con la cabecera y, si el periodista se ponía a tiro, terminaba atacando el cuerpo de la noticia.

Hoy es domingo y Hello Kitty ha hecho que en casa compremos El País. De una lectura rápida de los titulares extraigo lo siguiente:

Pág.2, refiriéndose al Primer Ministro británico:
Brown avanza por delante hacia la humillación por detrás

Pág. 8, en referencia Nacha Guevara, actriz argentina y candidata justicialista:
No tengo edad por delante para perder el tiempo por detrás

y en la Pág. 29, hablando de la Vicepresidenta económica y Ministra:
Salgado llama a las cajas a "reforzarse" por delante y "redimensionarse" por detrás

Como suelo hacer cuando termino una lección, dejo a mis improvisados alumnos un ejercicio que les sirva para evaluar los conocimientos adquiridos. Pueden practicar con este titular y parte de la cabecera del periódico de ayer (Diario de Sevilla/ sábado 30 de mayo de 2009, pág.10):

El alcalde prioriza el Metro y la Ciudad de la Justicia en su primera cita con Griñán
Monteseirín revela que el presidente de la Junta es "receptivo"

domingo, 24 de mayo de 2009

Damita

Alejandra / 8 de mayo de 2008
El otro día estuve ordenando fotos. Con el final del curso y el enganche bloguero adquirido en fechas recientes llevo un retraso tremendo. La principal ventaja que se les supone a las cámaras digitales se ha convertido en su mayor inconveniente y si te descuidas un poco acumulas varios cientos que debes purgar. Buenas buenas, nunca hay más de tres o cuatro.

En eso estaba cuando apareció la foto de la que muestro aquí un insignificante detalle. Se trata de mi hija Alejandra vestida de damita de honor hace un par de semanas en Córdoba para la boda de su tía más pequeña, su madrina. Estaba sentada en el escalón de la iglesia esperando la llegada de la novia cuando capté el brillo de su mirada en una de esas tomas que sólo salen bien de vez en cuando. Tendréis que creerme si os digo que estaba preciosa vestida de blanco con su cabeza adornada por una coronita de flores. Al llegar la novia nos sorprendió a todos desfilando delante de ella como si fuese la cosa más natural del mundo, sonriente y encantada de sentirse el centro de atención de las miradas. Esa bella imagen me ha inspirado el siguiente haiku:

Flores de mayo
brillo que duerme en su alma,
luz de inocencia.

P.S. No sé si exagero al no mostrar en mi blog la foto completa. Con mucho gusto la compartiría pero no está Internet como para ir dejando por ahí perdidas fotos de preciosidades de tres años. Es una lástima, pero es lo que hay.

viernes, 22 de mayo de 2009

jueves, 21 de mayo de 2009

y desafortunada

(continuación)

El conductor del camión, que volvía de hacer el reparto en el hotel, vio a T al borde del acantilado. La había reconocido antes, de espaldas, cerrando la cancela; era la pequeña que cada año caminaba con las flores y el perro junto a la carretera. Sintió temor de que cayese, pero la vio girar para alejarse del precipicio. Al entrar en la curva no pudo distraer su atención, aunque juraría que algo extraño había sucedido: no logró encontrarla de nuevo al mirar por el espejo retrovisor.

Aunque el conductor no pudo saberlo, su vestido nuevo, demasiado largo quizás, se enganchó en una piedra, la desequilibró y así cayó al vacío. Su testimonio fue fundamental para que el juez, al pie del acantilado, certificara que se trataba de un desafortunado accidente. Levantaron el cuerpo ignorando al perro que flotaba junto a ella. Ni la corona de flores, ni la cruz que la sostuvo se tuvieron en cuenta para reforzar la hipótesis del suicidio. Su aparición en escena fue considerada una casualidad, pese a que se admitiera que las flores parecían recién cortadas. El juez actuaba motivado por un hondo sentimiento de compasión: de nada serviría seguir investigando y dio el caso por cerrado lo más rápido que pudo. En sus manos recayó la responsabilidad de quitarle a los padres esa segunda losa de encima.

El que también calló para siempre fue su abuelo. Pensaba que era demasiado chiquilla para eso, pero no podía creer en el infortunio. Él había nacido allí, en la casa del viejo marinero, y allí murió ese mismo día, aunque su cuerpo deambulara varios años más por el lugar. Con frecuencia, se encerraba en la habitación en la que su pequeña nieta, diez años atrás, se atravesó el dedo con un anzuelo. Su mano derecha quedó casi incapacitada y a menudo la entretenía enseñándole el secreto de los nudos marineros. Para T inventó uno con el que no necesitara usar su dedo enfermo. No le cupo duda, el mismo que sostenía el travesaño de la cruz.

Tiene la tarara
un dedito malo
que no se lo cura
ningún cirujano

N.B. Cuando el sábado pasado subí al coche no sentía ninguna animadversión hacia La Tarara. Que mi hija Alejandra me hiciese escuchar quince veces seguidas la dichosa canción tiene bastante que ver con este premeditado ajuste de cuentas. Espero que me comprendan.

miércoles, 20 de mayo de 2009

dulce

(continuación)

T, al otro lado de la carretera, oyó el ruido mientras cerraba de nuevo la cancela. No fue el sonido del camión, sino un leve quejido, lo que llamó su atención. Al volverse, vio su cuerpo en la cuneta. Reconoció al perro de las orejas caídas que la acompañaba en sus paseos.

Sin saber bien la razón, lo llevó hasta la curva cerrada junto al acantilado, la de las vistas bellas que resultaba peligrosa si no se circulaba con precaución. Pasó un rato con el perro en brazos y decidió arrojarlo al mar. Pensó que no estaba bien acabar su funeral de esa manera. Tomó dos palos y un trozo de cuerda que encontró, los anudó lo mejor que supo y los clavó entre dos rocas. Volvió en busca de las flores y las enredó formando una corona que colgó de la cruz. Puesta en pie, rezó una oración y recitó los versos que su abuela le había enseñado durante las largas tardes que pasó ingresada en el hospital en aquel verano de infausto recuerdo.

Despidió a su amigo con un derroche de encantadora e inocente dulzura.

Tiene la Tarara
un cesto de flores
que si se las pido
me da las mejores

martes, 19 de mayo de 2009

Previsora

T cerró la cancela temprano, radiante, con su vestido blanco recién estrenado. Se dirigía a recoger flores silvestres que poblaban las cunetas por primavera. Otro año más, en Semana Santa, había tomado rumbo al norte con sus padres para pasar las vacaciones con su abuelo. Vivía en una vieja casa que dominaba las vistas del paisaje incorrupto de acantilados. Su abuelo, al que cada año se le hacía más larga la espera, solía decir de ella que era una niña dulce, prudente y desafortunada; esto último en recuerdo del desgraciado accidente sufrido en su casa cuando era más pequeña.

Cruzó con cautela la carretera y se detuvo junto al letrero que anunciaba el hotel, situado al pie de la playa. Pese a ser previsora, había olvidado el cesto para guardar las flores. Las dejó allí mismo, y regresó sobre sus propios pasos.

Sucedió muy rápido y aparentemente de acuerdo con un macabro guión preestablecido: las flores en el suelo, la llegada del camión y el cuerpo inerte tendido en la cuneta, junto al ramo que instantes antes portaba en su mano.


Tiene la Tarara
un vestido blanco
que sólo se pone
en el Jueves Santo

domingo, 17 de mayo de 2009

Kaikus

Cuando comencé a visitar el blog de mi amigo José Miguel y a curiosear en los que él comentaba reparé en que los autores e incondicionales seguidores hablaban de los Haikus con la misma naturalidad con la que yo nombro la Homología y la Homotecia en mis clases de Dibujo Técnico. No quedaba duda alguna, se referían a esos extraños versos de color azul y sin rima aparente. Ni que decir tiene que me sentí avergonzado por mi incultura y les presté desde entonces toda la atención posible para comprenderlos y saborearlos como merecían. ¿Verdad, Julio?

Conforme fueron pasando las entradas tomé confianza e incluso me atreví a comentar algunos. Pronto me convencí, yo no era ningún borrico. Traté de hacer memoria y, salvo que algún comentarista me corrija hoy, no recuerdo que D. Rafael Utrera hablara de ellos en sus clases de Lengua y Literatura de COU. Tuve que recurrir a Internet para descifrar su ley compositiva, que puede resumirse en 17 sílabas repartidas en 3 filas de forma capicúa. Otra vez los malditos números.

Puedo estar equivocado pero he llegado a la conclusión de que la mayoría de los comentaristas de estos blogs tienen una colección de haikus escritos y que sólo los más valientes son capaces de soltarlos. Para el que quiera iniciarse le invito a un paseo por las ventanas situadas a su derecha. En ellas pueden ver a Jesús justificarse por no escribirlos, admirar la deliciosa colección de Juan Antonio, probar las legumbres de Julio o disfrutar con los del variopinto e ingenioso Ridao. ¡Como no! yo también reconozco que he dedicado un ratito al asunto y me ha salido esto. Espérense un momento que lo pinto de azul y ...¡Ahí va!

Es tu agrio sabor
mi fuente de inspiración
¡Qué mala leche!

No he tenido más remedio que bautizarlo como Kaiku.

P.S. Además de ser una marca comercial de productos lácteos, Kaiku en Euskera es un cuenco de madera con mango para recoger la leche. Al buscar su definición en un diccionario también he encontrado que kaikutu significa volverse majadero.

viernes, 15 de mayo de 2009

Palos de ciego

Hace poco menos de un mes, mientras me decidía a abrir mi blog, me dio por escribir esta entrada. No sé si es apropiado recuperar una noticia ya pasada pero ésta no la quiero pasar por alto. Con ella inauguro mi sección "Tercio de Varas".

El pasado 16 de abril, mientras me afeitaba, escuché en el boletín informativo que el Gobierno de Cataluña recibiría 47,5 millones de euros, un 32% más que el año anterior, para el desarrollo de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Dependencia. El acuerdo que firmaba personalmente la recién estrenada Ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, dejaba de repartir los fondos en función de la población dependiente de cada autonomía y un porcentaje pasaba a distribuirse por el número de casos ya valorados, aspecto que parecía beneficiar claramente a Cataluña. Hasta ahí bien, pero...
Hablaron también de la Consejera de Acción Social y Ciudadanía, Carme Capdevila, que había afirmado lo siguiente: "estos criterios benefician a Cataluña, es un «premio al trabajo bien hecho»".

¡Coño! casi me corto. ¿No fue en Cataluña dónde un invidente recibió meses atrás una carta comunicándole que le correspondía una paga de un céntimo mensual como ayuda por la Ley de Dependencia?

¡Buen trabajo! Sí señor.
¡Bona feina! que se dice en catalán o "buena faena" si lo castellanizamos.

N.B. ¡Ricardo! Leña al mono.

martes, 5 de mayo de 2009

Cinco

Desde hace varios años, la Real Maestranza de Caballería, propietaria de la Plaza de Toros de Sevilla, confía la elaboración de sus carteles a artistas contemporáneos. La iniciativa partió del desaparecido pintor Juan Maestre y, desde 1994, reputados pintores como Miquel Barceló, Alex Katz, Eduardo Arroyo, Carmen Laffón, Fernando Botero o Guillermo Pérez Villalta han diseñado carteles cuya imagen se aleja del prototipo habitual de las tiendas de souvenirs. El de la presente temporada 2009 lo ha dibujado Manuel Salinas. Más que un cartel, me parece un monumento erigido a la tauromaquia.

Se trata de la figura de un toro negro recortada sobre fondo blanco; una composición que recuerda a la de Osborne pero, a diferencia de ésta, Salinas nos lo muestra de frente y en brava carrera. Es una imagen potente y aunque definida solo por su silueta, los trazos son capaces de expresar el trapío del toro dispuesto a embestir. El punto de vista elegido es inusitadamente bajo. Como no porta banderillas en su lomo, pienso, aunque pueda equivocarme, que la intención del autor es enseñarnos la visión que tendría el torero postrado en la plaza para recibirlo a portagayola. 

Desconozco las razones por las que comenzar así la lidia del animal. No son muchas las ocasiones en las que lo he visto en La Maestranza, pero siempre el mismo ritual: areneros que se retiran, sonido de clarines y el maestro que se dirige decidido hacia el centro, se ajusta la montera, se arrodilla en el albero y despliega pacientemente el capote ante sí como si de un abanico se tratase. Mira hacia la puerta de toriles, se santigua y levanta con descaro la barbilla, en gesto torero, haciéndonos ver que está preparado y la suerte ya echada. Las bisagras chirrían y el silencio se torna murmullo al asomarse el toro que se para y mira a ambos lados antes de atender a la diminuta figura aferrada a un paño, color de sangre, que lo reclama para que inicie su carrera.

Yo, paralizado por el pánico, cierro los ojos y espero… uno… dos… tres… cuatro… cinco interminables segundos rotos por una sonora ovación. Al abrir los ojos, veo al torero que busca el encuentro de nuevo; pretende brindarnos los lances que le abran las puertas del cielo.

Hoy, cinco de mayo de 2009, he decidido que llevo demasiado tiempo contemplando este espectáculo desde la barrera. Recién acabada la fiesta, es el momento de armarme de valor y saltar al ruedo para dar cuenta de mi primer toro. En mi alternativa me ha tocado en suerte la brega de este astado. Con el permiso de Salinas, su autor, lo he bautizado con el nombre de Indultado.

Callan los clarines, me ajusto la montera y estiro mi chaquetilla antes de abandonar el burladero. Me encamino hacia los medios y, arrodillado frente a los toriles como estoy, despliego torpemente el capote, sin poder levantar con descaro la barbilla porque soy yo quien humillo para poder leer lo que he escrito antes de arrimar, sin demasiadas prisas, el ratón que tomo por estoque y me sirve para apuntarle al morrillo del botón que dice “publicar entrada” y esperar… uno… dos… tres… cuatro… ¡cinco!