jueves, 31 de diciembre de 2009

Año nuevo, vida nueva

Poco antes de la medianoche encendió el televisor. Decidió que por cada uva que tomase desaparecería uno de sus problemas: Uno, hipoteca - dos, sobrepeso - tres, pensión - cuatro, juego - cinco, dividendos - seis, trabajo - siete, coche - ocho, inspiración - nueve, amigos - diez, Pedrito - once, Carmen - doce, Yolanda.

Y así fue. Al amanecer del recién estrenado enero, su amante se había ido. En febrero, su mejor amigo llevó a su ex mujer ante el altar. En marzo, dejó de visitarlo su hijo. En abril, el resto de amigos. En mayo, compró un ejemplar de sus poemas firmados por su desaparecida amante. En junio, se quedó sin coche. En julio, sin empleo. En agosto, malvendió sus depreciadas acciones. En septiembre, apostó a la jugada equivocada. En octubre, no pudo pagar la compensatoria del niño. Su sobrepeso era historia en noviembre y, en diciembre, fue desahuciado por el banco.

Esta noche se acostará en una cama de cartón ante la puerta de la entidad concesionaria de su hipoteca; alejada, por suerte, de la Puerta del Sol.

Feliz 2010... pese a todo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Me retiro

Creo que el título de mi entrada es elocuente. Nunca me había parado a pensar cómo sería mi despedida pero algo tenía claro: tendría que convencer a mis lectores de que habría sido una decisión difícil de tomar. Si soy franco, mentiría.
Es cierto, parece un adiós precipitado y, quizás, poco meditado, si tenemos en cuenta que no ha pasado más de media hora desde que recibí la llamada de José Manuel Lara Bosch. No lo conocía de nada y se mostró muy cercano. Fue directo al grano, claro y conciso. Se confesó seguidor de mi blog y me propuso, de sopetón, una oferta difícil de rechazar:
- Carlos nos ha fallado - me dijo. Sus ventas no funcionan como esperábamos. Por su sombra ya no fluye el viento y necesito otro bombazo editorial. Tu estilo nos gusta: eres culto, comedido e ingenioso, y, cuando quieres, enganchas a tus lectores con tu peculiar sentido del humor. Acabo de reunir al consejo de administración de Planeta y deseamos que empieces a trabajar cuanto antes.
... Escuchaba su propuesta con el pensamiento distraído en el comienzo de "El Juego del Ángel". A mi modesto entender, la página más digna de las 667 que escribió mi antecesor en su último libro. Puede que lo recuerden, comenzaba así:
"Un escritor nunca olvida la primera vez que acepta unas monedas o un elogio a cambio de una historia. Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela: su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene precio". 
Me encontraba tan absorto divagando sobre el precio que tendría mi alma que no me di cuenta de que el editor me aguardaba, en silencio, al otro lado de la línea. Sin saber muy bien cómo, decidí apostar fuerte... 
- Tengo otras ofertas que estoy considerando – le solté. No sé si sabes que mi nombre se baraja en las quinielas del decano de los premios de novela del país y en otro importante de poesía que se falla hoy.
- Tú verás. Pretendo firmar un contrato que te comprometa a escribir cuatro libros para nosotros. El primero saldría a la venta en las próximas navidades. Como puedes comprobar, te estoy extendiendo un cheque en blanco.
- Si hace tiempo que me lees, debes saber que soy profesor y estoy acostumbrado a poner muchos ceros seguidos.
- Eso no representa ningún problema. Si aceptas, te adelantaré el veinte por ciento.
- Necesito que me dejes diez minutos para despedirme de mis lectores.
- Tómate veinte. También tienes que pensar cómo firmarás tus novelas. La eñe y la zeta de tu apellido andan reñidas con las listas de ventas anglosajonas. Deberías buscarte un seudónimo.
- A mí los anglosajones me...
- ¡No seas basto! Vas a tener una imagen pública que cuidar.
Como pueden imaginar, no he podido rechazar su oferta. Ya lo ven; tienen ante ustedes al sustituto de Ruiz Zafón y me veo obligado a despedirme precipitadamente de mis seguidores. Desde ahora me debo a mis recién adquiridos compromisos editoriales. Será sólo un hasta luego: les espero dentro de un año. Para entonces, podrán pedirles a los Reyes Magos el primer ejemplar de la tetralogía Decenium.
¡Hasta siempre!, queridos amigos, cuando vuelva a saludarles, lo haré desde la identidad de Esteban Larason.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Justo castigo


Me sorprendió encontrar este pergamino en la despensa der fede. Conocía su afición por el equipo de fútbol del barrio y por el olor a incienso. Ahora descubro sus pasiones culinarias y no sé si literarias. Para quien no lo conozca, Federico es el peluquero nervionense por cuyas tijeras hemos dejado de pasar algunos de los que aquí escribimos o comentamos. Harto de ver cómo nuestras lustrosas calvas pasaban, sin parar, ante la puerta de su negocio; decidió abrir una taberna a dos esquinas del lugar. Como a medida que disminuía su materia prima observó que nos crecía cierta curva a media altura, debió pensar en el negocio que supondría conquistar nuestras despensas.

Ya he dicho que desconozco si, además, tiene interés por la literatura, pero... ¡ahí quedó! -cuántas veces habrá pronunciado esta frase-... clavado este cartel. Como la pena capital me parece excesiva, veo justo este castigo... o que también se queden calvos qualesquiera personas que la excomunión les traiga al fresco.

Hai que ioderse.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Impersonal

Hace unas horas me encontraba tirado en la alfombra con mi hija Alejandra. Agotábamos el último suspiro del Puente de La Inmaculada y el despojo en que éste me convirtió, yo mismo, trataba de leerle un cuento.

- ¿Papá, yo soy persona? - fue la pregunta que interrumpió hoy nuestra lectura.
- ¡Claro, Alejandra!
- ¿Y el hermanito?
- También, mi vida.
- ¡No, él no!
- Aunque pequeño, llega a ser persona también. Trata de recordar… ¿a quién hemos visto hoy más pequeño que Nachete?
- A Gonzalo, papá.
- Él es otra persona, ¿sabes?
- ¡No! Él no... y tú tampoco - sentenció.

¿Y mamá, Alejandra? - Ella sí, papá... ¿Y el primo Miguel? - No... ¿Y el primo Emilio? - No... ¿Y la prima Marina? - ¡Sí, papá!... ¿Y el primo Álvaro? - No... ¿Y el primo Nono? - No... ¿Y la abuela Aurora? - Sí... ¿Y la abuela Mari? - Sí... ¿Y el abuelo Manolo? - ¡No, papá!...

Pasaron por nuestra conversación un sinfín de familiares y amigos hasta que logré entender la lógica de su razonamiento. Sorprendido porque una mocosa de tres años pudiera pensar así, le dije:

- Ya lo entiendo, Alejandra ¿Cómo puedo convertirme en persona?
- ¡Yo lo puedo hacer papi, con una varita!

Acto seguido, blandió una bellota que habíamos encontrado en el campo y dejamos de ser cosas, o animales, su pequeño hermano y quien les escribe.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El cubito (y IV)

Recogió el cubito, tratando de contener las dos lágrimas que deseaban escurrirse por el tobogán de sus mejillas y reparó en que una joven, que bronceaba sus pechos al sol, se había parado junto a él.

- ¿Te has perdido, pequeñín?

Se quedó mudo, y a duras penas consiguió encajar el cubito de su hermano en el suyo para darle la mano libre a la amable señorita que se agachaba para enjugarle los lagrimones liberados... en emocionante flashback de su cuarentena.

- "¡No tan tonto, hermanito!"- pensó mientras caminaba de su mano -cien metros por detrás del vociferante llorón- en busca del puesto de socorro más cercano... a dos kilómetros de allí.

Playa de Matalascañas, 26 de agosto de 2009

martes, 1 de diciembre de 2009

El cubito (III)

Convencido por el argumento de peso de su hermano, volvió hasta el castillo de arena para recoger su cubito. Al regresar a la orilla vio que su congénere había desaparecido, abandonando el cubito en su lugar.

- ¡Mi hermano mayor es tonto y me ha abandonado! - escuchó vociferar con simulado llanto -y bastante familiar por cierto- a un pequeño que caminaba de la mano de una escultural joven ataviada con escueto bikini.