miércoles, 13 de noviembre de 2013

Km 1: Qué me pongo y otras disfunciones sexuales

Solo tengo hermanos, dos, pero la vida me ha regalado un puñado de cuñadas y sobrinas; aparte de mi madre, mi mujer y mi hija. Y mi otro hijo, que no cuenta para esto. Cascarón de huevo, lo llama él. Por eso la pregunta ¿me pongo mallas? era algo que jamás pensaba escuchar de mis propios labios. No se rían, no es lo mismo correr con buen tiempo que tener que preparar una maratón en pleno invierno, con mucho frío. Uno aprende pronto que conviene correr con los machos apretaditos.
Ocupo mi lugar en la salida. Es un decir, nos hemos colado involuntariamente en un cajón que no nos corresponde por tiempos. Da igual, no tiene importancia, la maratón no perdona, ya colocará a cada uno en su sitio. Llevo mallas, guantes y cortaviento. ¿Me habré equivocado? La mayoría de corredores se protegen del frío con un saco negro de basura, o a lo sumo, unos guantes de gasolinera y chubasquero de los chinos. Rafa y Javier se adelantan un poco, van a menos de cuatro horas y toman algo de ventaja. Nos despedimos. Y nos deseamos suerte, cómo no. Me quedo con Juanma y casualmente nos encontramos allí con otro Rafa, primo de nuestras mujeres y, por tanto, nuestro primo. Otro primo. De Pepe no sabemos nada, su "qué me pongo" particular hizo que lo abandonásemos hace un rato en la cola del guardarropa. Correrá solo, cuarenta y dos kilómetros. Y pico.
Se da la salida. Comienza el espectáculo. Menudo espectáculo, más que entre corredores me veo trotando entre un buen número de eyaculadores precoces que, nada más comenzar el acto, se despojan de los preservativos que instantes antes creían necesarios. Toca esquivarlos. No es fácil. Ni me santiguo.

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Lo de escribir sobre la maratón no es algo nuevo, estuve a punto de hacerlo el año pasado. Meses después de cerrar mi blog le di un cambio de imagen. Diario de fondo lo llamé, un nombre que se me antojó propicio. En principio pensaba escribir sobre la preparación de la maratón, sobre lo que sentía al correr, la sensación de libertad y lo reconfortante que me parecía machacar mi cansancio diario a base de machacar también mis pies, rodillas, músculos y articulaciones. No es fácil de explicar, está claro, ni tampoco lo intenté. Más que por falta de inspiración, o de oficio, que de ambas cosas puedo presumir, fue por falta de tiempo. Me alegro de haberlo dejado pasar. Este año es distinto, al escribir puedo combinar lo que siento al correr con las vivencias de la carrera del año pasado. Hay cosas imposibles de olvidar. Una de ellas es la primera maratón, estoy seguro. Quien la haya corrido alguna vez lo podrá corroborar. Ahora es cuestión de barajar los recuerdos con los pensamientos de la mejor forma posible. Ustedes me sabrán disculpar si no lo hago bien. Puede que no tenga mucho que contar o no sepa cómo hacerlo. Es evidente que uno no es Abel Antón. Ni tampoco Murakami.