lunes, 30 de noviembre de 2009

El cubito (II)

Coronó su castillo con una benderita de papel y vio que su hermano pequeño había desaparecido.
Lo encontró en la orilla, sentado junto a un cubito a medio llenar al que no le prestaba ninguna atención.

- ¿Qué haces aquí? - le dijo.
- ¡Pareces tonto, hermanito! Todavía no te has dado cuenta de que las tías buenas pasean por la orilla, lejos de donde se sientan papá y mamá.

domingo, 29 de noviembre de 2009

El cubito

Los dos hermanos jugaban en la playa con sus cubitos de plástico.
El mayor, a punto de concluir su inexpugnable castillo de arena, vio como el pequeño contemplaba la orilla con el cubito lleno.

- ¿Te ayudo? - le dijo.
- ¡Pareces tonto, hermanito! Si vuelco mi cubo, tendré que llenarlo de nuevo.

viernes, 27 de noviembre de 2009

El ángel caído

Las lesiones y quemaduras de la última paliza la llevaron el miércoles al hospital. Se aferró al pequeño hilo que la mantenía con vida y no pudo recuperarse de la cuarta parada cardiorrespiratoria que sufrió. Falleció anoche en Tenerife.

Tenía tres años.

Como padre de otra niña de su misma edad, conozco el miedo que provoca un tonto tropiezo, el llanto que sigue a la caída, el susto de encontarse sola un instante y la angustia que cada noche despierta a una inocente criatura que cree ver brujas en su cama y pide que no te vayas. Me horroriza pensar que una niña como ella haya tenido que enfrentarse a monstruos de carne y hueso cuando la naturaleza sólo la preparó para ser querida... amada, mimada, cuidada, deseada, abrazada, acariciada, consentida y adorada.

Le pido a Dios que se apiade de ella y la quiera allí como no lo hicieron aquí. Que le nombre jefa de los ángeles de la guarda y que, desde ahora mismo, se entretenga ayudando a caer a esos pequeños que, inexplicablemente, nunca se hacen daño. Que la acurruque y le de una infancia feliz (si todavía es posible).

Le pido a la justicia que semejante hijo de puta se pudra en la cárcel.

Y les pido disculpas por amargarle el inicio del fin de semana. Lo siento. Espero que comprendan que es la primera vez que lloro ante el ordenador.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Dejar de fumar

A medida que ascendía por la zigzagueante carretera, las edificaciones se fueron dispersando, el asfalto se hizo más rugoso y las coníferas comenzaron a poblar sus esbeltas copas de algodón helado. Pese al frío, bajó la ventanilla y encendió un cigarrillo sin perder de vista al camión rojo que apareció por la curva a la que se acercaba. Al llegar a su altura fue incapaz de exhalar el humo del tabaco, paralizado como quedó por la maniobra de adelantamiento que inició la furgoneta de Seur Express que seguía al pesado vehículo. La cara sonriente del repartidor y el logotipo de Marlboro, su marca de toda la vida, grabado en el lateral del camión, fue lo último que vio antes de despertarse.

Le ocurría con frecuencia; cada vez que sus obligaciones laborales le llevaban hasta ese recóndito paraje. Ahora, conduciendo por la estrecha carretera, el desfiladero le parecía un carril de Scalextric que le llevaba prisionero entre las paredes de roca y los quitamiedos metálicos. Pese al frío, bajó la ventanilla y encendió su último cigarro, con la mirada clavada en el morro del camión rojo que la curva le escupió.

martes, 24 de noviembre de 2009

Soleá par

Esa orilla no es de bote.
Si puedo elegir me muero
asomándome a tu escote.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El destierro del manchego

 
Como cada mañana, la joven Carmen entró en la habitación sosteniendo la bandeja y encontró al viejo asomado a la ventana. Al preguntarle cómo se encontraba, recibió la respuesta de siempre: “Como los toros, observando los giros del tiempo”. 
Nada conocía ella de su identidad, salvo que las mujeres de su familia habían perdido la cuenta de los años que llevaban cuidándolo a cambio del generoso pago que recibían de una noble familia. Ella ignoraba que fue el protector del viejo, el Duque de Béjar, quien pidió al de Medinaceli que "diesse refugio de por vida al viajero portador de la presente, que partía a tan alejadas tierras huyendo de su propio entierro". Y así fue como recibió cobijo en una vieja torre del Cerro del Castillo, bañada por las brisas de la Bahía y con hermosas vistas de la campiña. 
Abandonó su refugio en una ocasión, poco después de su llegada, cuando le visitó Sansón Carrasco, el único amigo que sabía de su paradero. Enterado del grave padecimiento del Manco, consiguió llegar a tiempo al sepelio, oculto bajo un hábito de monje. Se quedó al final, en el lugar que le pareció más discreto, y reconoció sin problemas a la otra figura que trataba de pasar tan desapercibida como él mismo. Antes de marcharse, amparado por su condición de viejo torpe, le asestó un soberbio pisotón al caballero Lope. 
Los años restantes los dedicó a sus solitarios paseos, la lectura de libros amarillentos y, sobre todo, a esperar a los que antes o después vendrían a buscarlo. El viejo, que seguía asomado a la ventana, se giró para mirarla apoyando su mano sobre el yelmo que tenía en la mesa. Aguardó a que le prestara atención y le dijo: “¡Carmencita! Cuatrocientos años ha que avisé de los peligros de esos gigantes que andan rondando ahí fuera y nadie quiso escucharme. Ahora, es demasiado tarde”. 
Ella esperó, por si tenía algo más que añadir, y se volvió hacia la puerta pensando que estaba loco de atar. Mientras se alejaba, sentía cómo la mirada del anciano se clavaba en sus ajustados pantalones vaqueros, tratando de pellizcarle allí donde se unen las cuatro costuras. 
“¡Y quería el necio de Sancho que me refugiase en El Toboso!” oyó que le decía don Alonso Quijano mientras cerraba la puerta.


Ruta del Toro (vertedero eólico de Andalucía)
13 de julio de 2009