lunes, 9 de julio de 2012

De cómo explicarle a los hijos a qué se dedican sus padres


No siempre resulta sencillo explicarle a los hijos en qué trabajan sus padres. Sobre todo si son pequeños, como los míos. A Ignacio, de tres años y medio de edad, la cuestión le trae al fresco, pero a Alejandra, de seis, el asunto le interesa desde hace tiempo.
          En mi caso es sencillo: imparto clases en el mismo colegio donde ellos estudian, si es éso lo que hacen a su edad. Si acaso, solo les tengo que aclarar que por muy profesor de Dibujo que uno sea mis alumnos adolescentes no se pasan el día coloreando fichas, o que no tengo que llamares continuamente la atención por sacarse mocos de la nariz... se supone.
          El caso de la madre, mi señora, es más complicado, pues no parece ser cuestión baladí tener que explicarle a una hija, como es el caso, que se es funcionaria de Hacienda (con perdón).
          Los niños, que son, en la mayoría de los casos, más inteligentes que sus progenitores no alcanzan a entender (como la mayoría de los mortales) a qué se dedica concretamente una agente del fisco. Por eso con ellos también hay que buscar un razonamiento capaz de explicar lo inexplicable, comprender lo incompresible y justificar lo injustificable. Cómo será la cosa que ante lo infructuoso del intento el asunto se acaba despachando con el manido argumento de que nuestras carreteras y hospitales tenemos que pagarlos entre todos los contribuyentes... bla, bla, bla. Unos más que otros, según mi modesto entender.
          En definitiva, que parece ser que es mamá quien acaba enviando las cartitas (nadie en su sano juicio llamaría así a los certificados que remite la Agencia Tributaria, salvo los propios remitentes, claro está) a las personas que por descuido olvidaron entregar todo el dinerito (otro diminutivo que no se ajusta a la realidad) que le correspondería para tan noble causa. Visto así, bien merecido tiene que Alejandra fuera diciendo por ahí que su madre trabajaba de cartera.
          Y no solo eso. Que digo yo que qué culpa tendrá Henri, el negrito (si esta vez se me admite el diminutivo) que vende clines en el semáforo de mi casa (ése que mis pequeños desean que siempre esté rojo para darle unas moneditas). Decía, que acabaré por perderle el hilo al asunto, que qué culpa tendrá Henri de que le confundan con un funcionario de hacienda, con perdón. Les cuento:
          Hará un par de meses que mis hijos volvían del colegio con su abuela, mi madre para más señas. Al llegar al semáforo Alejandra le preguntó por lo que hacía ese negrito cada día en el semáforo. Su abuela le explicó que estaba allí para pedirle dinerito a la gente de buena voluntad. "Entonces trabaja en lo mismo que mi mamá", fue la atinada respuesta.