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miércoles, 23 de marzo de 2022

buena gente

A Unzué los sevillistas no solo le tenemos que agradecer los siete años que jugó en nuestro club con una entrega y profesionalidad digna de elogio o el cariño que nos muestra cada vez que recuerda su pasado sevillista. Tuvimos la suerte de disfrutar de un portero de talla internacional, Dorsal de Leyenda desde el día de hoy, que también ayudó a sembrar el Sevilla del futuro.

A Unzué le tenemos que agradecer los sevillistas el ser uno de los principales artífices de nuestro Sevilla moderno, pues fue tanto el tiempo que tuvo que pasar Monchi en el banquillo esperando su oportunidad que no le quedó más remedio que ver los toros desde la barrera y empaparse de fútbol. De no haber sido así, el Leon de San Fernando no sabría de fútbol lo que sabe a día de hoy.

Además, a Juan Carlos, Unzué, cualquier persona de bien le debe agradecer la actitud con la que afrontó hace dos años el diagnóstico de su enfermedad, así como su valentía y generosidad con los que también la padecen. Juan Carlos quiso convertirse en la cara visible de la ELA y al igual que hizo otras tantas veces vuelve a defender los colores de su equipo, que no es otro que el de todos los enfermos de la esclerosis lateral amiotrófica.

En el libro “Juan Carlos Unzué: Una vida plena” cuyos beneficios se destinan para recaudar fondos para la investigación de tan cruel enfermedad, se dice que hay una leyenda que asegura que la ELA, como algunos sospechábamos, es una enfermedad que afecta a la buena gente; algo que en el caso de Juan Carlos Unzué no puede ser más cierto. Ojalá el partido que ahora le toca disputar tenga una prórroga muy larga y lo gane. Aunque sea en los penaltis, que sabemos de lo que hablamos. Porque el “nunca se rinde” es de Juan Carlos también.

jueves, 28 de enero de 2010

Versos crudos

Creo que os debo a algunos de vosotros mi creciente interés por los libros rayados de la editorial Renacimiento. Ante los anaqueles de la biblioteca decidí cambiar a última hora las listas azuladas de Benítez Ariza por otras verdes -con lo poco que me gustan- de Karmelo C. Iribarren. En mis manos, La Ciudad, su antología poética.

No pretendo una reseña literaria del libro. Reconozco mi falta de talento, capacidad y conocimiento para ni siquiera intentarlo. Baste con que les cuente, no sin cierta vergüenza, que mi primer pensamiento fue si hallaría radikalismo detrás de esa portada.

Sea como fuere, su estilo directo y poco adornado es capaz de acertar en su objetivo: apuntando y acertando, muchas veces, en el centro de una diana impresionable como la mía. De no expresarse así no habría conseguido que varias veces al día recordase a la protagonista de dos de sus versos. Si no fuese así, no me acordaría ya de la víctima de tanta indiferencia y cinismo. Si no escribiese así, ella, no estaría condenada a tanta desdicha.


EL PRINCIPIO DEL FIN

Mientras ella se desnuda

poco a poco, incendiando

la alcoba,

él
- absorto en la pantalla,
ajeno por completo

a la deflagración -,

se juega mentalmente

un carajillo

a que el malo es el juez.


SINCERIDAD


Querías sinceridad sobre todas

las cosas. Que entre nosotros

- dijiste -, nunca se interpusieran

perfidias ni secretos. Que la duda

no arraigase jamás en nuestros

corazones. Querías sinceridad

a cualquier precio. Y que yo

sepa, eso es lo único que hice,

ser sincero, cuando te dije

que me lo había hecho una noche
con tu amiga. No entiendo,
pues, a qué vienen ahora esos

insultos, ni esas miradas torvas,

ni esas lágrimas. No entiendo

de qué vas, sinceramente.