jueves, 28 de noviembre de 2013

Km 6: Puerta del Príncipe

Una de las fotos más típicas de la maratón de Sevilla es la imagen de los corredores ante la Maestranza, en dirección Torre del Oro en las ediciones anteriores o en sentido contrario en el recorrido que hoy estrenamos. Delante de la plaza coincidimos un reducido grupo de aficionados a la fotografía con otro más numeroso de locos por las carreras. A mí no me importaría tener una foto mía con la Puerta del Príncipe de fondo, aunque no entiendo a quién pueda interesar la toma de un grupo de mediocres trotacalles corriendo con la cabeza aún erguida y dorsales prendidos al pecho con alfileres, repletos de cifras e incertidumbres.
Ahora que está tan de moda denostar lo taurino no seré yo quien pretenda convencer a un detractor de si se trata de espectáculo cruel o arte supremo. Lo que sí parece difícil de discutir es que el torero está especialmente dotado para manipular a su antojo la medida del tiempo, haciéndolo discurrir más lento durante la lidia del toro en la plaza. Es algo difícil de explicar, no creo que el mismísimo Einstein supiese bien cómo hacerlo.
Algo parecido me pasa hoy con la percepción del espacio. Aunque esté delante de la Puerta del Príncipe la sitúo a 35 kilómetros de aquí, en el estadio no-ólímpico de La Cartuja. Todavía es pronto, de todo puede suceder, desde que salgamos a hombros por la puerta grande a que abandonemos cabizbajos por la de cuadrillas, convencidos de que habrá otra oportunidad. Cualquier cosa antes de que la maratón nos aseste a alguno una cornada, que también las da, y salga alguien por la de enfermería. Es evidente que no se puede comparar, pero en España cada temporada mueren más maratonianos que toreros.

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Los entrenamientos para la maratón se combinan con la participación en carreras, que sirven como test para valorar nuestro estado de forma. En mi corta trayectoria maratoniana es ya habitual la media de Córdoba, mi segunda patría. La corrí el pasado domingo, en un tiempo de 1:45:19, a un promedio de cinco minutos por kilómetro, que en mi caso no está mal para el poco tiempo de preparación que llevo y porque no acabé cansado. Los que nunca han corrido creen que se fracasa si no se llega entre los trescientos, perdón cincuenta... en fin, todo lo que no sea quedar entre los diez (digo, tres) primeros. Como si ellos (pongamos por caso) aficionados al fútbol fuesen capaces de marcar un gol a Casillas desde su sillón, o de contener las incursiones por banda de Jesús Navas, Cristiano o Leo Messi.
Dejando aparte a los profesionales de esto, en las carreras de fondo la mayoría de los participantes son aficionados, gente que está ahí gracias al tiempo que le roba a su descanso y la familia, no sé en qué orden. Son competiciones en las se lucha contra uno mismo, o a lo sumo, contra el cronómetro (su propio cronómetro, no el de los demás). Por eso, en una media maratón se pueden estar disputando cuatro mil carreras a la vez, o nueve mil si hablamos de maratón.
Correr me está enseñando a ser humilde. Desde aquí mi sincera felicitación a los 2079 participantes que llegaron antes que yo a la línea de meta en Córdoba. Y a los 1626 que quedaron por detrás, y muy especialmente al último clasificado. En una carrera de fondo hay una persona que recibe casi tantos ánimos como el primero. Es el último, el que cierra la prueba, al que todo el mundo apoya para que gane su carrera.

martes, 19 de noviembre de 2013

Km 2: Martín Fiz y yo nos caemos del cartel

Cuando llevas más de medio año entrenando para la maratón y te lesionas a diez días de la carrera no sabes si cortarte las venas o dejártelas crecer. Cuando te enteras de que a Martín Fiz, campeón (y subcampeón) del mundo de la distancia, le ha pasado lo mismo llegas incluso a plantearte si no serás un genio de esto. Lo de Martín parece premonitorio. En una entrevista realizada para la maratón cuenta los temores que tiene de que su trillada musculatura se quiebre por el sobreesfuerzo que le supone compaginar los entrenamientos para Sevilla con los de la maratón de Sables, la que dicen que es la prueba más dura que existe (se disputa en el desierto del Sahara, para más señas). Lo mío tiene más mérito: he conseguido el mismo efecto en una musculatura mucho menos machacada que la suya. Por suerte, parece ser que Marta, mi fisioterapeuta, ha conseguido recolocar en su sitio cada músculo de mi pierna derecha.
Acabamos de salir. No esperaba escuchar ovaciones tan pronto. No provienen del público, aplauden los corredores (salvo los que orinan en la cuneta, que no son pocos). Dedican una merecida ovación a Martín Fiz, que trota por la acera en sentido contrario al de la carrera. Iba para liebre de las tres horas y la lesión solo le ha permitido cubrir unas centenas de metros. Otra vez será.
Una liebre es un corredor que ayuda a otros a seguir su ritmo. Martín ha cumplido ya los cincuenta, pero puede correr cualquier maratón en menos de tres horas casi sin despeinarse, como si se tratase de un simple entrenamiento. Mi caso es distinto. Como mucho aspiro a ser liebre de mí mismo, y conseguir perseguirme hasta la meta a duras penas, con dignidad, sin arrastrarme. Veremos qué pasa, a ver cómo responde esta dichosa pierna que se resiste a abandonar la carrera tras las huellas del ídolo Fiz, la liebre que jamás hubiera imaginado a mi alcance.

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Las tiradas largas se suelen dejar para el fin de semana. En mi caso prefiero hacerlas a primera hora de los sábados para tener más tiempo libre. Así resulta más sencillo conciliar la preparación de la maratón con mi familia, que no es Sables pero agota casi lo mismo. Los niños, quiero decir.
Los últimos fines de semana los hemos pasado en la sierra de Huelva, a poco más de una hora de Sevilla. Allí conozco caminos donde pasear, coger castañas o setas, pero poco propicios para rodar. Por esa razón las últimas tiradas largas las he corrido en la tarde de los domingos, junto a la dársena del Guadalquivir. Y bien que lo he agradecido. Aún deslumbrado por las tonalidades con las que la naturaleza ha ido tiñendo la sierra estas semanas, disfruto ahora del atardecer junto al río. Es una maravilla, los reflejos sobre el agua, o cómo los azules y naranjas se funden en el cielo antes de la puesta de sol. Conmigo y la torre Pelli como testigos, que incluso se me antoja proporcionada para marco tan colorido.
A ritmo de cinco treinta llego a Triana, con las endorfinas a flor de piel tras quince kilómetros de entrenamiento. La estampa es tan bella que te planteas si la historia del arte no sería distinta si algún impresionista de finales del XIX hubiera recalado junto al Puente en lugar de una plaza de Reims, que no es el Altozano. Y no exagero. No ni ná.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Km 1: Qué me pongo y otras disfunciones sexuales

Solo tengo hermanos, dos, pero la vida me ha regalado un puñado de cuñadas y sobrinas; aparte de mi madre, mi mujer y mi hija. Y mi otro hijo, que no cuenta para esto. Cascarón de huevo, lo llama él. Por eso la pregunta ¿me pongo mallas? era algo que jamás pensaba escuchar de mis propios labios. No se rían, no es lo mismo correr con buen tiempo que tener que preparar una maratón en pleno invierno, con mucho frío. Uno aprende pronto que conviene correr con los machos apretaditos.
Ocupo mi lugar en la salida. Es un decir, nos hemos colado involuntariamente en un cajón que no nos corresponde por tiempos. Da igual, no tiene importancia, la maratón no perdona, ya colocará a cada uno en su sitio. Llevo mallas, guantes y cortaviento. ¿Me habré equivocado? La mayoría de corredores se protegen del frío con un saco negro de basura, o a lo sumo, unos guantes de gasolinera y chubasquero de los chinos. Rafa y Javier se adelantan un poco, van a menos de cuatro horas y toman algo de ventaja. Nos despedimos. Y nos deseamos suerte, cómo no. Me quedo con Juanma y casualmente nos encontramos allí con otro Rafa, primo de nuestras mujeres y, por tanto, nuestro primo. Otro primo. De Pepe no sabemos nada, su "qué me pongo" particular hizo que lo abandonásemos hace un rato en la cola del guardarropa. Correrá solo, cuarenta y dos kilómetros. Y pico.
Se da la salida. Comienza el espectáculo. Menudo espectáculo, más que entre corredores me veo trotando entre un buen número de eyaculadores precoces que, nada más comenzar el acto, se despojan de los preservativos que instantes antes creían necesarios. Toca esquivarlos. No es fácil. Ni me santiguo.

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Lo de escribir sobre la maratón no es algo nuevo, estuve a punto de hacerlo el año pasado. Meses después de cerrar mi blog le di un cambio de imagen. Diario de fondo lo llamé, un nombre que se me antojó propicio. En principio pensaba escribir sobre la preparación de la maratón, sobre lo que sentía al correr, la sensación de libertad y lo reconfortante que me parecía machacar mi cansancio diario a base de machacar también mis pies, rodillas, músculos y articulaciones. No es fácil de explicar, está claro, ni tampoco lo intenté. Más que por falta de inspiración, o de oficio, que de ambas cosas puedo presumir, fue por falta de tiempo. Me alegro de haberlo dejado pasar. Este año es distinto, al escribir puedo combinar lo que siento al correr con las vivencias de la carrera del año pasado. Hay cosas imposibles de olvidar. Una de ellas es la primera maratón, estoy seguro. Quien la haya corrido alguna vez lo podrá corroborar. Ahora es cuestión de barajar los recuerdos con los pensamientos de la mejor forma posible. Ustedes me sabrán disculpar si no lo hago bien. Puede que no tenga mucho que contar o no sepa cómo hacerlo. Es evidente que uno no es Abel Antón. Ni tampoco Murakami.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Km 0: Calentamiento

Manda huevos que se nos ocurra calentar antes de correr cuarenta y dos kilómetros (y pico). Más que necesidad es una forma de matar los nervios, que no son pocos antes de la carrera. En mi caso ni una cosa ni la otra, más bien un improvisado test para comprobar si muevo con soltura mi maltrecha pierna derecha, que hace apenas diez días parecía la de un pirata, con pata de palo. Los últimos entrenamientos los tuve que hacer en una camilla de masajes, sin poder rodar como me habría gustado. Parezco un profesional de esto, tengo fisioterapeuta. Se llama Marta, es casi familia y tiene unas manos prodigiosas. En tres sesiones ha conseguido que vuelva a correr sin ir derramando lagrimones por las calles. Hace dos semanas estaba orgulloso de tener dos de las piernas más duras de Sevilla. Pobre ignorante, no sabía que era otro aviso que me daba mi cuerpo, que se estaba lesionando. Sobrecarga se llama, trataré de no olvidarlo.
Javier, Rafa y Pepe hacen cola en el guardarropa. Para hacer tiempo caliento con Juanma, mi cuñado, que al igual que Javier tiene mucha culpa de que yo esté hoy en el Olímpico (manda huevos también el nombre), bajo las gradas, a escasos metros de la salida de los cien lisos. Tenemos una curva enfrente, con ligera pendiente, y la subimos trotando. Apenas treinta metros y damos media vuelta, pero me paro enseguida. Mi cuadriceps derecho es incapaz de estirarse en la rampa sin que chille. Tampoco es cuestión de montar un espectáculo.
Por el vomitorio que da a la pista veo calentar en el tartán a los africanos. Van en grupo, brillan con el sol. Son más negros de lo que imaginaba. Es bonito el contraste de su piel con lo colorido de la equipación. Van a pelo, sin prendas de abrigo. Los miro de nuevo, hay que aprovechar, de los que estamos aquí, dentro de un rato, solo Chema Martínez, Javier Díaz Carretero y otros tres o cuatro privilegiados no los habrán perdido de vista.

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Ya he comenzado a preparar la maratón de este año. Un cálculo rápido me dice que deben separarme unos ochocientos kilómetros de mi objetivo. Es lo que vienen a durar unas zapatillas nuevas. Ochocientos kilómetros pendientes de compaginar con mis quehaceres diarios. La mayoría en solitario, porque resultan casi imposibles de compaginar con los otros quehaceres de los que en esto me acompañan. La verdad es que lo que se dice solo no se corre casi nunca. Hay gente como Ariel Rot, o Fito (y sus Fitipaldis) que quizá no hayan corrido en su vida pero siempre dispuestos a acompañarnos. Son imprescindibles, con esos cambios de ritmo capaces de revolucionar las pulsaciones del corredor más experimentado. Sobre todo Fito, y sus Fitipaldis.
El viernes pasado salí acompañado. Era festivo y quedé con Rafa y Javier para hacer juntos una tirada. Llevaba tres semanas sin correr. Lo lógico después de la pausa habría sido trotar durante diez kilómetros a seis por minuto. No fue así. Me importa un huevo (y van tres) si mi país tiene o no memoria de su pasado. Hace ya tiempo que permanezco al margen de cualquier debate político. Mi cuerpo sí, dieciséis kilómetros a cinco quince. No está mal. No hay discusión posible, memoria histórica se llama eso.

domingo, 3 de noviembre de 2013

16 semanas

No soy dado a los consejos, pero si los doy cabe esperar que sean escuchados. Eso debió de pensar mi amigo Javier después de su primera maratón. Ni se te ocurra, me dijo, como si estuviese leyendo en mi subconsciente el firme propósito de emularlo. Había que verlo, con esos andares de John Wayne tras bajarse del caballo.
Lo logré, es cierto, aunque sea una historia que poco a poco aquí se irá contando. No seré quien diga "ni se te ocurra" si es en lo que andas pensando, pero sí quien cuente que aprendí dos cosas más difíciles que quizás debas conocer. La primera es conseguir bajar una escalera varias horas después. La segunda, que más heroico que correr cuarenta y dos kilómetros -y pico- es madrugar al día siguiente para ir al trabajo como si nada hubiera pasado, como si unas horas antes uno no hubiera derramado su cuerpo gota a gota sobre el mismo asfalto que pisa ahora con neumáticos, porque no hay cojones de moverse al día siguiente caminando.

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Dieciséis semanas es la cifra usual para preparar la maratón. Hoy, 3 de noviembre de 2013, Santa Maratón de Nueva York, quedan dieciséis semanas para la de Sevilla. Dieciséis semanas otra vez. Dieciséis semanas de lucha contra la pereza, el cansancio, el sueño, las lesiones, el trabajo y las obligaciones diarias. Dieciséis semanas contra el frío, la lluvia, la noche o la madrugada. Dieciséis semanas contra uno, dieciséis semanas de nada.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Alejandra está estudiando el cuerpo humano. Tiene tres partes: cabeza, tronco y extremidades y enumera algunos de los órganos, huesos, músculos y articulaciones más importantes. En cambio, el cuerpo de su hermano Ignacio parece estar hecho solo de cosquillas.

domingo, 27 de octubre de 2013

Mis alumnos de diecisiete no tienen claro qué hacer con su futuro. Mi hija de siete está inquieta porque si de mayor trabaja en una guardería no sabe si tendrá tiempo de recoger a sus hijos del colegio para que no se queden al comedor. Además de un ejemplo de madurez prematura es una clara indirecta. Un torpedo en la línea de flotación, podríamos decir.

jueves, 13 de junio de 2013

Me cuesta creer que internet sea un mundo de frikis. Mis hijos, pequeños los dos, andan enganchados a unos dibujitos rusos, que por supuesto se emiten en ruso, que no sé bien cómo encontraron en YouTube. Cantera hay, desde luego.

martes, 11 de junio de 2013

Quede aquí mi agradecimiento al inventor de la máquina de enrollar sandwiches. Nadie había hecho tanto por la merienda desde que se inventó la Nocilla o el Cola Cao.

domingo, 2 de junio de 2013

Peor que lo que es, viene a ser, lo que viene a ser.

viernes, 24 de mayo de 2013

Parece que fue Goebbels, Ministro de Propaganda de Adolf Hitler y uno de los mayores cínicos que ha pisado el planeta, quien dijo aquello de que "una mentira repetida cien veces se convierte en una verdad". Todavía hoy, soportamos a cientos de supuestos demócratas que lo mantienen a pie juntillas.

jueves, 23 de mayo de 2013

Puede que coincidan en el tiempo la primera tendinitis de tu vida y el reencuentro con un amigo al que llevas años sin ver. No falla, un abrazo no es suficiente y decenas de golpes certeros sobre tu hombro dolorido, justo encima del castigado tendón, sellarán vuestra amistad para siempre pese a tu inexplicable cara de espanto.

miércoles, 15 de mayo de 2013

No presumo de aguafiestas, no, pero hace un par de meses, cuando abrió la clínica de blanqueamiento dental en un local recién cerrado, supe que era una absurda manera de malgastar el dinero. La semana pasada un gran cartel rezaba, a modo de epitafio, que también se ofrecían otros tratamientos de belleza. Hoy, por fin, la estaban desmantelando. Crónica de una muerte anunciada, se podría decir.

lunes, 13 de mayo de 2013

Lo dice un amigo: los niños, los borrachos y los leggins nunca mienten.

jueves, 9 de mayo de 2013

domingo, 5 de mayo de 2013

No deseo mal a nadie, no, pero el día del juicio final Dios no debería tratarme igual que al inventor de la riñonera, la camiseta masculina sin mangas o los pantalones piratas.

sábado, 4 de mayo de 2013

Se reconoce a los corredores alérgicos porque llevan pañuelo. No es elegancia, se llama rinitis.

domingo, 28 de abril de 2013

Que todo lector puede ser un escritor en potencia es una afirmación exagerada pero posible. En cambio, que todo escritor sea un lector en potencia debería ser un enunciado cierto que a veces parece no cumplirse.

viernes, 26 de abril de 2013

No hace falta entender mucho de economía, ni de fútbol, para saber quién tiene en Europa la sartén cogida por el mango (por no expresarlo de otro modo más soez). Creo que es bratphanne como se escribe sartén en alemán. Si quieren saber la pronunciación será mejor que le pregunten a Cristiano, Leo o Mariano; si son capaces de contestar con esa opresión que deben sentir en los hoden, sin hache aspirada, que creo que es así como se escriben los testículos.

jueves, 25 de abril de 2013

Urge reabrir este cuaderno bajo el seudónimo diario. Un diario que no lo sea no debe parecer una contradicción. Tampoco el cuaderno era tal, y, además, no urge.