A veces el tiempo consigue acorralarme. Yo, que siempre escucho tarde las voces que llaman al abordaje, defiendo como puedo mi pequeño galeón. En la contienda, otra herida de guerra marca mi cojo espíritu que cual mediocre y asustadizo Capitán Patadepalo, cuyo parche le impide ver, pierde la serenidad y se defiende torpemente empuñando un romo garfio capaz de dejar, en sus propias filas, rasguños imposibles de sanar con una tirita.
Es evidente que necesito otra tregua. No se preocupen, será breve.