Recogió el cubito, tratando de contener las dos lágrimas que deseaban escurrirse por el tobogán de sus mejillas y reparó en que una joven, que bronceaba sus pechos al sol, se había parado junto a él.
- ¿Te has perdido, pequeñín?
Se quedó mudo, y a duras penas consiguió encajar el cubito de su hermano en el suyo para darle la mano libre a la amable señorita que se agachaba para enjugarle los lagrimones liberados... en emocionante flashback de su cuarentena.
- "¡No tan tonto, hermanito!"- pensó mientras caminaba de su mano -cien metros por detrás del vociferante llorón- en busca del puesto de socorro más cercano... a dos kilómetros de allí.
Playa de Matalascañas, 26 de agosto de 2009