Me sorprendió encontrar este pergamino en la despensa der fede. Conocía su afición por el equipo de fútbol del barrio y por el olor a incienso. Ahora descubro sus pasiones culinarias y no sé si literarias. Para quien no lo conozca, Federico es el peluquero nervionense por cuyas tijeras hemos dejado de pasar algunos de los que aquí escribimos o comentamos. Harto de ver cómo nuestras lustrosas calvas pasaban, sin parar, ante la puerta de su negocio; decidió abrir una taberna a dos esquinas del lugar. Como a medida que disminuía su materia prima observó que nos crecía cierta curva a media altura, debió pensar en el negocio que supondría conquistar nuestras despensas.
Ya he dicho que desconozco si, además, tiene interés por la literatura, pero... ¡ahí quedó! -cuántas veces habrá pronunciado esta frase-... clavado este cartel. Como la pena capital me parece excesiva, veo justo este castigo... o que también se queden calvos qualesquiera personas que la excomunión les traiga al fresco.
Hai que ioderse.