Me parece casi un milagro que desde el jueves el sol caliente. Cielo despejado en Sevilla, días generosos y parques que recuperan a sus habitantes naturales. No sé por qué, pero asocio los plenilunios a las noches de primavera o verano; a la playa, la sierra y la Madrugá. Anoche, al cerrar mi ventana, la encontré acostándose frente a mí: voluptuosa, resplandeciente y presumiendo de geometría.
Hablando de milagros, quizá lo hayan pensado alguna vez: La tierra tarda casi treinta días en apartarse. El sol, mientras tanto, se entretiene cada noche proyectando nuestra sombra sobre su luna... tratando de hacer tiempo hasta volverla a ver inmaculada y desnuda.
Un quiebro que dura un mes.
A eso le llamo yo torear lento.